¿Has aprobado alguna vez un examen sin estudiar nada?
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Imagínate un mundo en el que pudieras enfrentarte a cualquier cosa sin necesidad de conocimientos previos.
Imagínate que la incertidumbre no pudiera afectarte.
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Sobre eso va esta historia.
EL EXAMEN
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Era el día del examen, y Niels se lo jugaba todo.
Si aprobaba, estaría un paso más cerca de su sueño de ser un físico famoso. Pero si suspendía… fin de la aventura. Game over.
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Y el problema es que no había estudiado nada.
Llevaba semanas pasándoselo muy bien, pero ahora, mientras caminaba hacia la facultad de resaca, no podía arrepentirse más. ¿Cómo iba a aprobar?
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Para su sorpresa, el examen se hacía en el laboratorio. Sería práctico y con una sola pregunta:
—¿Cómo determinar la altura del edificio utilizando el barómetro que había encima de la mesa?
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Como pista, te diré que llevaban semanas trabajando en la ecuación que relaciona la presión atmosférica con la altura. ¿Pero cómo iba a saberlo Niels, si llevaba semanas sin pasarse?
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Ni idea.
Tendría que ingeniárselas de otra manera, y tendría que hacerlo rápido…
Cogió su barómetro y salió corriendo de la clase.
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Al rato, frente a la ventana del aula empezó a crearse una masa de gente. Todos miraban hacia la azotea.
La escena era tan curiosa que el profesor paró el examen para que todos se acercaran a la ventana.
¿Qué estaba sucediendo?
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Entonces, vieron un barómetro flotando en el aire, frente a ellos, a la altura de la tercera planta. Bajaba lentamente hacia el suelo. Se dieron cuenta de que estaba atado a una cuerda.
Por supuesto era Niels, midiendo la altura del edificio… con un barómetro.
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El profesor era un tipo serio y estaba bastante cabreado. Tenía unas ganas inmensas de ponerle un cero y mandarlo de vuelta a su casa.
Pero también se consideraba un hombre de ciencia, una persona con la mente abierta. Y, claro, Niels realmente había medido el edificio utilizando el barómetro que estaba encima de su mesa…
Decidió darle una segunda oportunidad.
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Lo llamó a su despacho y le comunicó su decisión:
—Tienes otra oportunidad. Si eres capaz de medir el edificio usando el barómetro de otra forma, y sin una cuerda, claro, te aprobaré.
»Pero si no lo consigues, tienes un cero y no quiero volver a verte delante. ¿Entendido? Debes demostrarme tus conocimientos sobre física.
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Lo cierto es que Niels sabía bastante de física.
Pero también era un poco chulito.
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—¿Que demuestre mis conocimientos de física? ¿Otra vez? No te voy a dar una, te voy a dar 5 formas de medir el edificio con un barómetro.
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Y enunció las siguientes opciones:
El lanzamiento: Lanzar el barómetro desde la azotea, cronometrar su caída y aplicar la ecuación del movimiento uniformemente acelerado para calcular la altura.
La sombra: Medir la altura del barómetro y su sombra en el suelo, y luego aplicar una regla de tres para encontrar la altura del edificio.
El ascenso escalonado: Subir con el barómetro por las escaleras del edificio, marcando su altura en cada piso. Multiplicar el número de marcas por la altura del barómetro.
Ángulos y trigonometría: Colocar el barómetro en el suelo y medir el ángulo entre la línea de visión desde el barómetro hasta la azotea. Aplicar la función tangente para obtener la altura.
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El profesor se quedó boquiabierto.
Tal fue la sorpresa que hasta se le pasó el enfado. Era cierto que controlaba un montón sobre física. No pudo evitar reírse.
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—Joven, sin duda tienes conocimientos sobre la materia. Sin que sirva de precedente, voy a ponerte una matrícula de honor.
»Pero antes, una cosa. Has dicho cinco formas, ¿cuál es la quinta?
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—La quinta es sin duda mi favorita, y la que nos ahorraría más tiempo —respondió el muchacho—. Negociar con el portero del edificio, ofreciéndole el barómetro a cambio de la información sobre la altura.
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LA MORALEJA
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Cuenta la leyenda que esta anécdota le sucedió a los famosos físicos Ernest Rutherford y Niels Bohr.
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Y la moraleja es que la creatividad y la curiosidad pueden abrir puertas insospechadas.
A veces, las respuestas más inusuales son las más valiosas. El pensamiento lateral y la resolución de problemas son habilidades básicas que nos pueden ayudar en momentos en los que no disponemos de toda la información.
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Así que la próxima vez que te enfrentes a un problema, piensa como el estudiante del barómetro, piensa como los mejores físicos de la historia.
¡Hasta la semana que viene!
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indiPe
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PD:
A veces pienso: Que la realidad no te estropee una buena historia.
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Pero una vez contada, tengo que aclarar que no es una historia real. Es una invención de un profesor de física llamado Alexander Calandra. La publicó en un libro y en una revista en los años 60, y la atribuyó a esos dos físicos famosos.
Así que no te tomes la anécdota como un hecho histórico, sino como una ficción didáctica.
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PD2:
Si te ha gustado tanto como a mí, espero que le envíes esto a algún amigo. Seguro que le gusta también.
Igual le encantan este tipo de historias, y es el primero en abrirlas cada domingo, agradeciéndotelo hasta el infinito.
Así que haz el bien, y dale a compartir.
¡Un abrazo!
Que buena! Me la apunto 😉